¿Existen el infierno y el paraíso?

 

¿Existen el infierno y el paraíso?

Esta película es un viaje por las profundidades de la drogadicción, la rehabilitación y la búsqueda de un mejor destino. Al final, parece que los infiernos y los paraísos solamente existen dentro de nuestra imaginación.

Se llama José Iglesias y, entre otras cosas, superó su adicción al bazuco reemplazándolo intuitivamente por marihuana. De hecho, de alguna manera podría decirse que gracias a la hierba su historia de vida llegó a convertirse en película. Una mañana, andando por Bogotá, José abordó a Germán Piffano –quien se convertiría en el testigo de su odisea personal– y le ofreció un porro a cambio de que le consiguiera un fósforo en la tienda del barrio. La pericia de Iglesias impactó tanto a Piffano que desde ese momento empezó a documentarlo. Este proyecto titánico no estaba pensado inicialmente para ser llevado a las salas de cine: iba a ser el trabajo de tesis de este antropólogo cucuteño.

Infierno o Paraíso, uno de los documentales colombianos más impactantes de los últimos años, llega a la cartelera del país. Hablamos en exclusiva con Germán Piffano, su director, acerca de la posición que el público pueda tener ante la crudeza de su obra y su punto de vista acerca de un tema tan complejo como el uso sustitutivo de la marihuana para tratar la drogadicción.

¿Cómo se imagina que el público va a reaccionar con Infierno o Paraíso?

Tengo más una esperanza que una idea clara. A mí me gustaría que el público se vaya a su casa después de ver el documental con varias cosas dándole vueltas en la cabeza. Por ejemplo: qué tan fácil es caer en la adicción y qué tan permanentes son los efectos o las consecuencias. Digamos que ese problema de perder el rumbo y caer en la drogodependencia todo mundo lo siente demasiado lejos, pero en realidad está mucho más cerca de lo que se imagina. Esta película muestra de alguna forma la historia de una persona que puede ser cualquiera de nosotros y que se fue descarrilando hasta terminar viviendo en la Calle del Cartucho.

Tengo miedo de que la gente quede con una sensación de que la vida es tan aniquilante que no vale la pena dar esa pelea. La historia de José es dura, cruda, y lo que muestra es que esa recuperación no termina nunca, que va a acompañar al protagonista hasta que se muera.

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¿El documental va a romper el imaginario del habitante de la calle en la sociedad?

Yo no creo que una película pueda hacer algo tan vasto como transformar los imaginarios de la sociedad, lo que sí espero es que el documental le muestre a la gente que detrás de cada ser humano que vive en la calle, andrajoso, mal oliente, transitando por Bogotá o cualquier ciudad del país, hay una historia de una persona, de una familia, de una madre o de unos hermanos latiendo, y que esa historia no es tan ajena ni tan distante a cada uno de nosotros. A mí me gustaría mucho que la película pudiera sensibilizar a la gente, en general, sobre el hecho de que tenemos que encontrar colectivamente una solución, una mejor manera de aproximarnos a estas personas para convivir mejor.

Lo que ha sucedido alrededor de la indigencia en este país es el desarrollo de una estigmatización terrible que naturaliza el asesinato de una persona. Que maten a alguien en este país tan violento se nos ha vuelto normal, lo que ya es algo terrible. Pero si matan a un habitante de la calle es mucho más que eso: es algo justo, necesario, y esa circunstancia nos reduce como sociedad, como seres humanos. Es algo que no deberíamos permitir si nos llamamos seres humanos. A mí sí me parece muy importante transformar ese tipo de comportamientos para que Colombia pueda ser una sociedad más incluyente, más sana y capaz de vivir mejor.

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¿Cuál es la posición del director acerca de la legalización de la droga en Colombia?

Es un debate muy complejo. Personalmente pienso que tenemos que caminar en esa dirección. No sé si sea la solución legalizar o no. No tendría los elementos de juicio necesarios para hacerme una opinión fundamentada al respecto. Lo que sí sé es que. como está ahora el mundo del narcotráfico y la llamada guerra contra las drogas, produce más problemas que los que soluciona.

Debemos empezar por reconocer que el ser humano en todas las culturas del mundo siempre ha buscado estados alterados de conciencia, bien sea bajo una estructura ritual o religiosa. Los habitantes de la calle son humanos que, de hecho, han llegado al extremo de romper todos los vínculos con la vida normal y la estructura económica; muchos de ellos, desde mi propia experiencia, argumentan que es su forma de ser y de estar en el mundo. Eso debería ser tan respetable como nuestra forma de vida, siempre y cuando no afecten a los demás seres humanos de la sociedad e incluso a ellos mismos.

Alrededor del tema de legalizar o no hay una cantidad de matices que son muy complejos. Por ejemplo, el uso de la marihuana que está hoy penalizado podría orientarse de manera terapéutica. En el caso particular de José se dio un uso intuitivo de la hierba para sustituir la adicción al bazuco y enfrentar el síndrome de abstinencia que le producía dejar de consumir; este es un efecto positivo en la medida en que reduce el daño. En el caso de José funcionó, y lo están proponiendo ahora como un modelo alternativo de terapia o de tratamiento a algunas adicciones crónicas. Yo creo que vale la pena explorar este tipo de propuestas a la luz de la discusión sobre la legalización.

José es un caso, un único caso y no se puede decir que por él se pueda establecer una regla; pero si en su caso el consumo de marihuana durante un tiempo en el que estaba dejando de utilizar el bazuco fue útil, uno podría suponer que, con un tratamiento adecuado, ese mismo modelo puede ser aplicado a otros. De ahí a pensar en la legalización, hay un largo camino por recorrer.

Se ha hablado de un punto intermedio de regularización del consumo de droga y a mí me parece un muy buen primer paso avanzar hacia ese lugar: quitarnos ese tabú que al final de cuentas termina generando guetos como el Cartucho o el Bronx, en Bogotá, como todas esas ollas que hay en el país a la sombra de la ilegalidad y que matan a miles de seres humanos y destruyen la dignidad de otros tantos que sucumben en la adicción.

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¿Cuál cree que va a ser el impacto en la vida de José luego de este documental?

Cuando vimos por primera vez el documental, él quedó completamente estupefacto. Le generó un impacto grande, a pesar de que sabía que estábamos en este trabajo y había visto muchas imágenes de archivo de todo lo que habíamos grabado a lo largo de diez años. Pero al ver la historia armada y contada de principio a fin… lo que te puedo decir es que el primer día fue muy impactante para él y lo que me ha dicho desde ese entonces es que esa experiencia le ha servido de reflejo y que el documental se le ha vuelto como un llamado de atención en los momentos en los que flaquea. Él ha tenido que enfrentar grandes dificultades después de haber terminado su proceso de rehabilitación, relacionadas con la crisis económica de España, con la familia, y tener en el documental ese espejo que le recuerda permanentemente por las que ha pasado, creo que le sirve para coger ánimos y seguir en la lucha.

Luego de estos infiernos, ¿dónde queda el paraíso de la película?

Yo no diría que José vivió en un infierno ni que se encontró con otro al salir del Cartucho… tampoco con un paraíso. En realidad lo que el nombre del documental trata de comunicar es que esos lugares ideales del bien y del mal sólo existen en la imaginación. Al final de cuentas, la vida entre el infierno y el paraíso es la que nosotros vivimos y que se está tan bien o tan mal en el Cartucho o en España o donde uno quiera. En últimas, el factor que hace la diferencia está en la manera como reaccionamos a las circunstancias de la vida.

José vivió en el Cartucho, que para el común de la gente era un espacio terrible, pero para él, como lo dice en algún momento de la historia, era su hogar, donde lo recibían y no lo estigmatizaban ni lo rechazaban. No había otro sitio en Bogotá en el que él pudiera llegar cada noche y estar tranquilo, aunque a nosotros nos resulte paradójico.

Eso le sucede todo el tiempo a miles de seres humanos que viven en la calle y que hoy se encuentran en sitios como el Bronx, como el Cartuchito, como Cinco Huecos. Ahí pueden agruparse cada noche y sentir cierto nivel de tranquilidad o de protección. Si la sociedad no los tratara con violencia y con discriminación, no existirían esos espacios que reducen la dignidad humana y la ahogan en el vicio.

Así mismo vivir en España, en Europa –que es un referente de felicidad y bienestar para miles de latinoamericanos– tampoco le representó automáticamente a José tranquilidad ni estabilidad. Cualquier ser humano en cualquier lugar del mundo va a estar enfrentado a las circunstancias de su vida, que no siempre son idílicas. Depende de cómo las maneje y reaccione ante la adversidad para construir una vida más o menos amable. Pero infiernos o paraísos solamente existen dentro de nosotros mismos y eso es lo que quiere sugerir la película.

Artículo publicado originalmente en Bacánika:

https://www.bacanika.com/seccion-cultura/existen-el-infierno-y-el-paraiso.html

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